martes, 9 de febrero de 2010

CÓRDOBA - UN APASIONADO DEBATE: LA SUPERPOSICIÓN DE LA CATEDRAL A LA MEZQUITA

La gran mayoría de los visitantes de nuestra ciudad acuden a ella atraídos por un edificio único en el mundo por su gran belleza y majestuosidad, la Mezquita. Pero además de apreciar esta joya del arte musulmán quedan impresionados a su vez por la hermosura del crucero de la Catedral que se alza en el centro de la Mezquita. Dos obras de arte extraordinarias en sus respectivos estilos, superpuestas. Hay opiniones de diversa índoles sobre la oportunidad o no de esta superposición, y esta polémica ya saltó a la palestra cuando en 1523 el cabildo municipal fue consciente de lo que se estaba iniciando por el eclesiástico.
Fue el obispo Alonso Manrique quien el 22 de julio de 1521 propuso al cabildo eclesiástico que para que el coro no estuviera en un rincón de la iglesia se construyera en el altar de Santa Catalina que estaba en el centro de la misma. Consultado este tema con maestros de cantería y personas entendidas, lo consideraron viable, y el cabildo aprobó la propuesta. En 1523 comenzó la obra. Al cabildo municipal le pareció nefasta, pues consideraba que el eliminar columnas para incrustar la catedral era mutilar el magnífico edifico legado por los árabes; por ello se hizo un requerimiento al cabildo eclesiástico "sobre el edificio nuevo que en esta Iglesia se face del Altar mayor, y Coro y entre Coro; con que se pretendió estrobar". La ciudad apelaba a que en un intento anterior la católica doña Isable se opuso enérgicamente a ello, y por tanto esto no se podría lleva a cabo sin el consentimiento del rey. Según la ciudad, la obra debía pararse inmediatamente.


Ante la negativa del cabildo eclesiástico a parar la obrar, la ciudad acordó el 4 de mayo del mismo año pregonar públicamente que "ningund albanil, ni cantero, ni carpintero, ni peón, ni otra persona alguna, no sean osado de tocar en la dicha obra en deshacer ni labrar cosa alguna que más sea su serviçio, so pena de muerte...". Por su parte, el obispo Manrique contestó a la ciudad con la excomunión fulminante contra quién se opusiera a su proyecto con violencia. Entre tanto se envió información de todo al rey.
El 14 de julio de 1523 recibió la ciudad una real provisión dad en Loja en que se accede a la obra y se manda al vicario, bachiller Cristóbal del Llano, que "asuelba a todas e qualesquier personas que por esta cabsa tenga descomulgados y alçe qualesquier çensuras e descomuniones e entredicho tenga puestas...". Con el asentimiento real la obra prosiguió. Cuando el 11 de marzo de 1526 Carlos I se dirigía a Sevilla a celebrar su boda con doña Isabel de Portugal, se detuvo en Córdoba y al contemplarla manifestó su profundo pesar: "Yo no sabía lo que era esto, pues no hubiera permitido que se llegase a lo antiguo; porque haceis lo que que puede haber en otras partes, y habeis deshecho lo que era singular en el mundo".
La obra del crucero fue encomendada al arquitecto Hernán Ruiz, maestro mayor del cabildo, pero en ella trabajaron tres generaciones de este nombre. Esta obra, que comenzó en 1523 se acabará en 1617, y fue tan laboriosa como costosa. El interés por ella de los obispos de cada momento así como del cabildo eclesiástico fue tal que continuamente buscaban fuentes de financiación para que no se detuviera. En 1529 elevaron al pontífice Clemente VII una petición para que concediese que una serie de beneficios que se percibían para atender a las iglesias en general, se aplicaran a la fábrica de la Catedral. El obispo Leopoldo de Austria dedicó en 1550 una cantidad anual de 6.000 maravedíes para este efecto, y el cabildo eclesiástico y el deán ofrecieron dinero y trigo.



La fábrica iba avanzando lentamente con el aporte de dinero procedente de limosnas a nivel institucional y particular. Debido a esta lentitud, lo realizado se iba deteriorando, y concretamente el coro, que estaba sin cubrir, sufría daños con los temporales. Por tanto, en 1567 el cabildo eclesiástico hizo una doble petición: al rey que le permitiese publicar un jubileo antiguo para conseguir limosnas, y al pontífice que concediese al obispo la facultad de "absolver casos reservados" a los que contribuyesen con limosnas. Ambas gracias se obtuvieron, y aunque fue por poco tiempo se consiguió adelantar considerablemente la obra con lo obtenido por ellas.
En 1571 se concluyó la capilla mayor. En 1583 se hizo la capilla del Sagrario. Sin embargo la obra del crucero esta sin acabar por la falta de medios, por lo que en enero de 1584 este mismo obispo propuso al cabildo municipal hacer una petición conjunta al rey para que les diese la facultad de poner unos arbitrios, con cuya recaudación se pudiera acabar la obra. Se consiguió la facultad real, pero la recaudación fue escasa, y por tanto no logró acabarse. Un gran esfuerzo económico supuso conseguir 1500 ducados, que estaban destinados a fábrica de iglesias en general, para renovar la torre que había sido arruinada por el vendaval de 1589, y siguiendo la traza de Hernan Ruiz se encomendó en 1583 a Asensio de Maeda, maestro mayor de Sevilla. En febrero de 1599 se subió la primera campana a la torre, aún sin acabar.
Al obispo Francisco Reynoso se le debe un nuevo impulso a la obra, que le llevó a conseguir que en abril de 1599 se concluyera el crucero. Para darle realce a este hecho asistió a la colocación de la última piedra, mientras repicaban las campanas y sonaba la música.

M.I.G.C.


Fuente: LA CAJA Obra Cultural (Caja Provincial de Ahorros de Córdoba)

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