-¿Y fue siempre así?
- Pues no, ha habido épocas de mayor tolerancia y otras más intransigentes, y todo ello tiene mucho que ver, en gran medida, con la proporción que existió entre la población cristiana y la población musulmana. Por ejemplo, en los primeros tiempos de la presencia islámica en la península, Al-Andalus es un país gobernado por musulmanes pero de población mayoritariamente cristiana. Sólo a partir del siglo X, el siglo del califato, empieza a ser mayoritario el número de habitantes musulmanes. Pero, todavía, nos consta la existencia de obispos, en Córdoba, a finales del siglo X. De todas formas, aunque no dejó de haber problemas en ese siglo y en los inmediatamente anteriores, la peor época fue la que siguió a la ruina del califato y a la época de las taifas, por dos razones: primero porque los cristianos empiezan a estar claramente en minoría, y en segundo lugar, porque los invasores africanos de los siglos XI y XII, es decir, los almorávides y los almohades, fueron especialmente rígidos desde el punto de vista religioso y auténticamente implacables en su lucha contra los cristianos y los judíos. Maimónides, que era judío, fue una víctima de esa intransigencia y se vio obligado a huir de Córdoba. Es más, a partir de la segunda mitad del siglo XII, no hay indicios claros de la existencia de comunidades cristianas en Al-Andalus.
- ¿Qué queda de esa convivencia hoy en Córdoba?
- Hubo una convivencia, difícil, pero la hubo porque todo no fue negativo. De hecho, nosotros, que pertenecemos al mundo cristiano y a la civilización occidental europea y vivimos en una ciudad como Córdoba, nos sentimos profundamente orgullosos de la cultura que se desarrolló en Al-Andalus, en general, y en nuestra ciudad, en particular. Es importante observar que muchos testimonios de esa brillante cultura andalusí proceden no sólo del componente islámico, sino también del judío y del sustrato cristiano. Podríamos decir que la convivencia en Al-Andalus no fue fácil, y la historia de relaciones entre cristianos, musulmanes y judíos estuvo llena de episodios especialmente difíciles, incluso cruentos a veces, pero también hubo elementos muy positivos. Y no debemos olvidarnos que nos estamos refiriendo a unos tiempos en los que no se presumía tanto, como lo hacemos hoy día, de defender los derechos humanos; que estamos hablando de la Edad Media, una época considerada justamente como muy especialmente violenta.
- Entonces, ¿se debe potenciar la imagen de Córdoba como ejemplo de interculturalidad?
- De interculturalidad, por supuesto, de convivencia maravillosa y paradisíaca, de ninguna manera, porque no lo fue.
- Esa imagen de ciudad intercultural, presente en el discurso de algunos, ¿puede beneficiar a la candidatura de Córdoba como Capital Europea de la Cultura?
- Creo que sí, pero, insisto, presentar a Córdoba como hogar de una maravillosa convivencia de civilizaciones puede ser interesante desde el punto de vista propagandístico, pero desde luego se está sustentando en una idea que no se corresponde con la realidad histórica. O, al menos, que no se corresponde de manera rigurosa, porque, el tema de la convivencia es un tema muy discutible.
- Por otra parte, algunos incluso dicen que las declaraciones del presidente de los EEUU podrían despertar las aspiraciones que algunos grupos islamistas radicales han expresado sobre Al-Andalus, ¿no exageran?
- Realmente nunca han dejado de existir esas aspiraciones. No creo que, en principio, tuviera que incrementarlas las declaraciones del presidente de EEUU, pero siempre han existido y nos gustaría que fueran tan sólo una aspiración romántica nacida de la nostalgia.
- ¿Y es positivo usar la Historia para crear una política exterior?
- Para crear una política exterior y una política interior. Y no porque la historia se repita, como se dice tantas veces, sino porque, como decía Menéndez Pidal, los seres humanos somos siempre los mismos y tenemos tendencia a tropezar en la misma piedra, por tanto el conocimiento del pasado nos puede servir muy bien para, al menos, ser prudentes a la hora de diseñar el futuro.
- ¿Cuál es la mejor herencia de Al-Andalus?
- Una literatura de gran valor, con obras de muy diverso carácter: poesía, filosofía, historia, tratados técnicos. Un arte exquisito. Y no olvidemos la enorme cantidad de términos de origen árabe existente en nuestra lengua, que la enriquece y la diferencia de otras lenguas románicas. En definitiva, siempre se ha admitido que aquellas civilizaciones en las que se produjo la mezcla de elementos orientales y occidentales han sido especialmente brillantes. Es una civilización de la que nos sentimos profundamente orgullosos, incluso pensando que nosotros no seamos propiamente los descendientes de esos ‘españoles’ de religión islámica, cristiana y judía, pues aunque tengamos algunas gotas en nuestra sangre de ellos, mayoritariamente somos descendientes de quienes conquistaron el territorio en el siglo XIII.
Cohabitaban, pero con discriminación
La discriminación de razas y culturas está presente hoy en las calles de todo e mundo. Del mismo modo, y con la mentalidad del medievo, este problema se daba en Al-Andalus. Tal y como explica el profesor Cabrera, los cristianos y los judíos eran los únicos que pagaban tributos, tenían prohibidas las manifestaciones externas de culto, no se les permitía construir iglesias nuevas sino sólo mantener las que ya tenían, debían ceder el paso a un musulmán si se lo cruzaban por la calle, no podían llevar armas ni usar caballos, sino mulos o asnos, y cuando iban por la ciudad debían apearse de ellos en señal de sumisión al pasar delante de una mezquita. Por tanto, “la convivencia pacífica fue posible, pero con una discriminación evidente de esos dos grupos humanos”.