¿Por qué tendríamos que "detenernos en los detalles de la máscara?" Se "quita la piel exterior" de los fenómenos o apariencias, no se la reproduce, o sólo bajo una forma difícilmente reconocible, para no distraer al pensador de lo esencial. Ya no se trata de expresar el campo florido, sino la fuerza de la floración; no se busca una copia del mar, sino el resplandor que sobre él reposa, no la casa paterna, sino la nostalgia del recuerdo. "No pintamos ya el bosque o el caballo, tal como nos agrada o como se nos aparece, sino tal como son en realidad, tal como el caballo o el bosque se sienten a sí mismos, su esencia absoluta, que palpita tras la apariencia, y que vemos "ahora", escribe Franz Marc. Y Paul Klee nota: "se aspira a una esencialización de lo accidental. El arte se refiere a la creación a modo de parábola. Es, a veces, un ejemplo, del mismo modo que lo terreno es un ejemplo de lo cósmico".
Ya Goethe había intentado utilizar utilizar en su "Teoría de los Colores" (Farbenlehre), la fuerza expresiva del color, al servicio del arte "el pueblo habla del verde como el color de la esperanza, del rojo como color del amor, del amarillo como color de la envidia". El primer pintor importante que se confió totalmente al mundo del color y a la forma como medios de expresión ha sido Van Gogh. Quiere, por ejemplo, dar fuerza a los afectos del hombre mediante el rojo y el verde. Habla de "colores sugestivos", de la posibilidad de desarrollar una especie de música de colores de la melancolía y la tristeza. V.Gogh pinta un café sólo mediante coloración, como un lugar en el que puede uno volverse loco. "En mi cuadro del café he intentado expresar que el café es un lugar en el que es posible volverse loco o donde puede perpetrarse un crimen. Mediante la oposición de suaves rosas, rojos sangrienteos y oscuros rojos de color vino, mediante dulce verdes y un verde verona que contrasta con el verde amarillo y duro gris-azul. Todo esto expresa la atmósfera de un inframundo incandescente, de un pálido sufrimiento. Todo esto expresa la tiniebla." Añadánse las formas: V.Gogh escalona las curvas, los planos, los espacios para las perspectivas súbitas, reúne en agudos rayos gavillas de líneas en las esquinas del cuadro, deja que el pincel forme, acá y acullá, remolinos y llamaradas, escuadra y recuadra las formas como un xilógrafo. No se encuentra ni un sólo trazo que ofrezca o pida paz, todo es acosador, en maraña enloquecedora. La explosión de la expresión en la forma parece estar vinculada al supremo esfuerzo artístico. Nosotros presentimos que esta expresión se encuentra ya en el límite, más allá de la cual todo se disgrega en átomos. Se cuenta que cuando V.Gogh se hallaba bajo la fiebre del trabajo, pasaba directamente los colores desde el cubo al lienzo.
Desde aquí el camino conduce al expresionismo en el cual, con todo, el color y la forma siguen estando, con frecuencia, anclados en el objeto, y a los pintores del "Jinete Azul", como A.Maccke, F.Marc, P.Klee, que se han liberado ya del mundo de las cosas sensibles, y concluye, finalmente con W.Kandinsky y sus discípulos, en la "gran abstracción". "El color es una tecla. el ojo es el percutor. El alma es el piano, con numerosas cuerdas. El artista es la mano que, tocando esta o aquella tecla, pone al alma humana en vibración", escribe Kandinsky.
También el surrealismo es una mirada más allá de la máscara, un avance hacia la meta-realidad, tando de la cosa como del alma humana. Cada objeto posee una estructura misteriosa, que puede hacer visible el objeto mismo. M.Ernst desarrolló una "técnica de la expresión oblícua": la madera, o cualquier otra sustancia, son recubiertas con una hoja de papel, que se raya con un lápiz de grafito. Se reelaboran y se amplían luego las extrañas muestras resultantes y las crespas siluetas son admitidas como manifestaciones de la realidad que queda al fondo. Cuanto más caprichosamente se juntan los elementos -"el antepasado del surrealismo, Lautréamont, habla de la belleza de un encuentro casual de la máquina de coser y el paraguas, en una mesa de disecciones"- tanto más seguramente se sigue una "interpretación, sea total o parcial de las cosas mediante el destello superior de la poesía". "Comparar entre sí dos cosas, cuanto más distanciadas mejor, ponerlas en presencia de una manera descarnada y comprensible, sigue siendo la más alta tarea que la poesía puede atribuirse a sí misma", escribe A.Breton, a quien se deben la mayoría de las declaraciones programáticas del movimiento surrealista. Del surrealismos brota un shock de contraste: se retrata de una manera totalmente naturalista cada una de las partes del mundo de las cosas, pero la combinación actúa de una forma tan inusitada que las consideraciones normales reciben una sacudida, la idea ortodoxa del mundo queda abrogada y se abre de repente el sentido de lo surreal.
También el subconsciente es una realidad situada al fondo, tal como se revela, por ejemplo, en los sueños. Con la llamada "escritura automática, el artista surrealista fija los fragmentos arrojados por el mar turbulento del alma a las orillas de la conciencia". "El hombre, bajo el dictado automático, está totalmente volcado hacia el interior y vigilante, internamente abierto, acechando hacia adelante, adaptándose, más pescador que cazador con trampa; es el estado de la inspiración"(A.Schmeller). De este modo, el surrealismo y la psicología profunda tienen un punto de contacto. en la poesía se habla de monologue intérieur, de pensamientos que ascienden, de sentimientos, de instintos, de cosas totalmente ignoradas o sólo de medias conocidas, de la subsconciencia, de lo apenas siquiera sospechado. En este sentido J. Joyce ha revolucionado la literatura.
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