sábado, 27 de febrero de 2010
viernes, 26 de febrero de 2010
QUIEN ME HABITA
¡Qué extraño verme aquí sentado,
y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar,
y oir como una lejana catarata que la vida se derrumba,
y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar!
¡Qué extraño es verme aquí sentado!
¡Qué extraño verme como una planta que respira,
y sentir en el pecho un pájaro encerrado,
y un denso empuje que se abre paso difícilmente por mis venas!
¡Qué extraño es verme aquí sentado,
y agarrarme una mano con la otra,
y tocarme, y sonreir, y decir en voz alta
mi propio nombre tan falto de sentido!
¡Oh, qúé extraño, qué horriblemente extraño!
La sorpresa hace mudo mi espanto.
Hay un desconocido que me habita
y habla como si no fuera yo mismo.
GABRIEL CELAYA
y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar,
y oir como una lejana catarata que la vida se derrumba,
y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar!
¡Qué extraño es verme aquí sentado!
¡Qué extraño verme como una planta que respira,
y sentir en el pecho un pájaro encerrado,
y un denso empuje que se abre paso difícilmente por mis venas!
¡Qué extraño es verme aquí sentado,
y agarrarme una mano con la otra,
y tocarme, y sonreir, y decir en voz alta
mi propio nombre tan falto de sentido!
¡Oh, qúé extraño, qué horriblemente extraño!
La sorpresa hace mudo mi espanto.
Hay un desconocido que me habita
y habla como si no fuera yo mismo.
GABRIEL CELAYA
jueves, 25 de febrero de 2010
LOS ESPEJOS TRANSPARENTES
Uno dice lo que dice, mas no dice lo que piensa.
Los espejos no reflejan: transparentan.
Todo mira fascinante de frente, pero no existe.
Todo vuelve por detrás y es lo real, invisible.
En lo que veo, no veo; en lo que no veo, creo;
en toda imagen apunta una múltiple presencia,
palpitante intermitencia del corazón: confusión;
y así me siento indeciso como un pobre hombre perdido,
como tú que¿quién eres?, como yo que ¿quién soy?
Los espejos que me escupen hacia fuera, y hacia dentro
me proponen transparencias de distancias y silencios,
deben ser, quiero que sean, para mis obras ejemplo,
con mucha luz hacia fuera, con más secreto hacia dentro.
Juego al juego, sí, con trampa, como hay doblez en los versos.
Así se cuentan las cosas que nos pasan cada día,
y bien contadas parecen fascinantes y sin alma.
Si se piensa, nada es lo que se ve en el espejo.
La luz grande es un abismo y un estúpido misterio.
GABRIEL CELAYA
Los espejos no reflejan: transparentan.
Todo mira fascinante de frente, pero no existe.
Todo vuelve por detrás y es lo real, invisible.
En lo que veo, no veo; en lo que no veo, creo;
en toda imagen apunta una múltiple presencia,
palpitante intermitencia del corazón: confusión;
y así me siento indeciso como un pobre hombre perdido,
como tú que¿quién eres?, como yo que ¿quién soy?
Los espejos que me escupen hacia fuera, y hacia dentro
me proponen transparencias de distancias y silencios,
deben ser, quiero que sean, para mis obras ejemplo,
con mucha luz hacia fuera, con más secreto hacia dentro.
Juego al juego, sí, con trampa, como hay doblez en los versos.
Así se cuentan las cosas que nos pasan cada día,
y bien contadas parecen fascinantes y sin alma.
Si se piensa, nada es lo que se ve en el espejo.
La luz grande es un abismo y un estúpido misterio.
GABRIEL CELAYA
Cosas, Celalba mía, he visto extrañas:
cascarse nubes, desbocarse vientos,
altas torres besar sus fundamentos,
y vomitar la tierra sus entrañas;
Duras puentes romper, cual tiernas cañas,
arroyos prodigiosos, ríos violentos,
mal vadeados de los pensamientos,
y enfrenados peor de las montañas;
Los días de Noé, gentes subidas
en los más altos pinos levantados,
en las robustas hayas más crecidas;
Pastores, perros, chozas y ganados
sobre las aguas vi, sin forma y vidas,
y nada temí más que mis cuidados.
Luis de Góngora
cascarse nubes, desbocarse vientos,
altas torres besar sus fundamentos,
y vomitar la tierra sus entrañas;
Duras puentes romper, cual tiernas cañas,
arroyos prodigiosos, ríos violentos,
mal vadeados de los pensamientos,
y enfrenados peor de las montañas;
Los días de Noé, gentes subidas
en los más altos pinos levantados,
en las robustas hayas más crecidas;
Pastores, perros, chozas y ganados
sobre las aguas vi, sin forma y vidas,
y nada temí más que mis cuidados.
Luis de Góngora
lunes, 22 de febrero de 2010
FLAMENCOS DE PLUMA Y PAPEL
FLAMENCO CULTURAS | 22
Con vocación de maestros, sinceros y dispuestos a perder amigos. Así son los críticos del jondo, profesionales que deben saber tanto o más que un artista
Guadalupe Carmona
g.carmona@lacalledecordoba.com
Conocen todos los palos, acordes, técnicas y estéticas del jondo, y recorren festivales, conciertos, peñas y fiestas flamencas, habidas y por haber. Pero nunca se suben al escenario.
Son los críticos flamencos, profesionales que esta semana están de actualidad por conceder los premios Flamenco Hoy – cuya gala se celebra el día 23 en el Gran Teatro–, pero que ejercen su juicio y vocación docente en cada espectáculo y cada grabación. En esta labor, tienen la responsabilidad de encumbrar o lastrar la carrera de un artista, por ello aclaran que cualquiera no puede ser crítico y que, para serlo, se necesitan una amplia formación y ciertas cualidades.
Conocimiento y generosidad
En este sentido, un crítico flamenco debe tener un conocimiento profundo, seguido de amor por ese arte y “generosidad para inmolarse”, según expresa Agustín Gómez, ex director de la Cátedra de Flamencología y crítico durante 30 años en radio, a lo que ha sumado cerca de 20 años de trayectoria en prensa escrita cordobesa, y una amplia experiencia como conferenciante y jurado de los más prestigiosos certámenes.“El crítico debe poseer una vocación de magisterio, de ahí que necesite un gran conocimiento y amor por el género, para divulgarlo y defenderlo. Y luego, generosidad, porque entregas lo mejor de ti, de tu sabiduría y de tu sentido de la justicia, y por eso no vas a recibir nada a cambio. Al contrario, vas a encontrar críticas y rechazo”, añade el maestro, explicando que el desprecio que reciben viene de un doble frente: el de los aficionados, a quienes los críticos, muchas veces, rompen los esquemas, y el de los artistas que se ven o sienten criticados.
Por ello, este profesional no puede perder ni un ápice de sinceridad o justicia, lo que el también crítico cordobés Francisco Martínez llama “ser ecuánime sobre lo que escuchas y ves”. Y matiza: no se trata de ser objetivo –que es imposible– sino de “llegar a un equilibrio para que lo que escribas sea un reflejo de la realidad”.
Para conseguir esto se requiere una formación completa y exhaustiva. Ahora existen los estudios de Flamencología en el Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco, pero hasta hace poco no había nada y la formación se debía obtener bien a través de academias, o bien a base de “escuchar, escuchar y escuchar”. O mediante las dos. Al respecto, Martínez se ha preocupado hasta de aprender a tocar la guitarra “no para ser guitarrista, sino para conocer los acordes y la técnica del flamenco”, y lo mismo ha hecho con el baile o el cante, de lo que considera imprescindible una formación “y hay gente que escribe de flamenco y que adolece de ella”.
También menciona el importante papel que ha jugado Agustín Gómez en su aprendizaje, para el que es muy importante tener una formación amplia en cultura, pues “si sólo sabes de flamenco, y no lo sabes correlacionar con la cultura, con otras artes o la sociedad, no puedes defenderte ni explicar plenamente”.
Una profesión de pocos amigos
A esto, Gómez añade una cosa que, aunque es obvia, prima sobre todo lo demás: la tribuna. “Hasta que no la tengas, no eres definitivamente un crítico. Y quien le da esa tribuna a un flamencólogo es realmente el que tiene la responsabilidad de lo que divulga éste. Así, si un medio le da ese espacio a un crítico poco formado, él es el responsable”. Y es aquí, cuando el experto, entre risas, dice que, siguiendo su propia regla, él ya no es crítico, “aunque el espíritu sí lo sigo teniendo”.
Un espíritu que ha hecho muy difícil sus relaciones con los artistas del mundo flamenco, entre los que tiene amigos que siempre no ha sido fácil conseguir o conservar. Esto es, porque “tienes que ser muy sincero, y cuando esa sinceridad se hace pública, a veces molesta. El crítico desnuda los fallos del artista, y eso no se perdona. De ahí lo de la generosidad para inmolarse”, explica Gómez.
Martínez, en cambio, cree que la cercanía que existe entre el crítico y el artista facilita esas amistades y, además, no son problemáticas. “Siempre hay gente que se puede sentir molesto en algún momento porque espera que lo sobrevalores por tomarte una cerveza con él, pero vamos, nunca llega la sangre al río. Al menos, conmigo”, dice. Además, reconoce que a él le gusta destacar lo positivo de un artista y, “si hay algo negativo, se señala, pero como un elemento a superar, no como un lastre que arrastrar”. En este punto, les recuerda a aquellos autores que buscan el defecto y la polémica para ser conocidos que “el flamenco existe gracias a los artistas, y éstos pueden tener un día malo, pero por ello no se puede emborronar su carrera”.
El mayor criterio: el gusto
Y tanto para emborronarla como para ensalzarla, existen varios criterios, aunque estos críticos cordobeses destacan dos: el “análisis organoléptico. Esto es, el de los sentidos, el de los gustos. El crítico debe tener un gusto bien formado, y seguirlo. Y esto se consigue a base de experiencia y educación”, expresa Gómez.
Martínez, por su parte, se deja seducir por un artista que, siguiendo el legado tradicional flamenco, no sea un clon, y haga un aporte personal, abriéndose a cualquier innovación.
PUNTO DE ATENCIÓN
Críticos sin sombrero de ala ancha
En torno a la figura del crítico flamenco existen muchos tópicos. De algunos, según dicen Agustín Gómez y Francisco Martínez, tienen culpa los propios profesionales que han ido de “sabelotodos y moisés del flamenco”, asociando una imagen a ese papel. “Algunos creen que para ser críticos tienen que llevar sombrero de ala ancha, y no tiene por qué”, comenta Gómez, aclarando, además, que este sombrero no lo puede, ni sabe, llevar cualquiera. “Tienes que tener una cabeza adecuada y, luego, nunca debe llevarse con gafas o corbata. Eso es pecado mortal, y a veces, precisamente quienes se creen más críticos por tener esa imagen, son los que cometen estos pecados”. Como críticos alejados de ese cliché estilístico, Gómez y Martínez tampoco son flamencos cerrados, y aman y siguen otras músicas. El primero, la lírica –de la que también fue crítico–y la música ligera de Frank Sinatra, The Beatles o Nino Bravo. A Martínez, además, le encanta el jazz, la música clásica y la étnica.
2000-2010 © Copyright El Semanario la Calle de CÓRDOBA
EL REFRANERO EN LOS ANDALUCES - FEBRERO
El que quiera saber, embustes en él.
Truenos en enero, agrandan el granero.
Como te vi, te nombré.
Haz mal y guárdate.
En mal de muerte, no hay médico que acierte.
A la liebre ida, palos a la madriguera.
Con una misa y un marrano hay para todo el año, sobra misa y falta marrano.
Hijos criados, duelos doblados.
Buen vino y jamón añejo es vida para el viejo.
Donde te creas que hay jamones, no hay ni estacas.
Cuando Dios no quiere, santos no valen.
El que más mira, menos ve.
No dejes los caminos por las trochas.
El que de amigo carece, prueba es que no lo merece.
Por un gustazo, un trancazo.
Es cosa del monaguillo, ser pillo.
Si llueve el día de la Ascensión, cuarenta días de agua son.
Enero mojado, bueno para el tiempo y para el ganado.
Agua y lunas, tiempo de aceitunas.
Cada loco con su tema, y cada llaga con su postema.
El que poco sabe, pronto termina.
Cuando canta el cuco, lluvia y sol.
Por la facha y el traje, se conoce el personaje.
Abriles y caballeros, pocos y buenos.
A cuenta de los gitanos hurtan muchos castellanos.
En octubre, el hogar de leña se cubre.
El que se capa por sus manos, se deja los huevos que quiere.
Ayúdale al anciano si quieres que te den mañana la mano.
Niño endentado, pronto hermanado.
Quien te cubre, te descubre.
Esparto harás y migas comerás.
Hombre refranero, medido y entero.
La comida reposada y la cena paseada.
El que de ajos se alimenta se pee sin darse cuenta.
El día de San Matías entra el sol por las umbrías.
La uva no es uva hasta que está madura.
La palabra honesta mucho vale y poco cuesta.
La oración cortita al cielo va derechita.
El que tenga trabajo, que no pregunte la hora.
El que tenga hijo varón, no llame a otro ladrón.
Nadie es buen juez en causa propia.
Quien tiene vergüenza, no come ni almuerza.
Más vale vivir que matarse trabajando.
El vino y el jamón nos salvan del perdón.
Por dinero baila el perro, no por el son que le toca el ciego.
Si fío, pierdo lo mío.
Remienda tu sayo y pasará tu año.
En tiempo de verano, no dejes tu capote en casa de tu amo.
Su daño pretende quien a su prójimo ofende.
Truenos en enero, agrandan el granero.
Como te vi, te nombré.
Haz mal y guárdate.
En mal de muerte, no hay médico que acierte.
A la liebre ida, palos a la madriguera.
Con una misa y un marrano hay para todo el año, sobra misa y falta marrano.
Hijos criados, duelos doblados.
Buen vino y jamón añejo es vida para el viejo.
Donde te creas que hay jamones, no hay ni estacas.
Cuando Dios no quiere, santos no valen.
El que más mira, menos ve.
No dejes los caminos por las trochas.
El que de amigo carece, prueba es que no lo merece.
Por un gustazo, un trancazo.
Es cosa del monaguillo, ser pillo.
Si llueve el día de la Ascensión, cuarenta días de agua son.
Enero mojado, bueno para el tiempo y para el ganado.
Agua y lunas, tiempo de aceitunas.
Cada loco con su tema, y cada llaga con su postema.
El que poco sabe, pronto termina.
Cuando canta el cuco, lluvia y sol.
Por la facha y el traje, se conoce el personaje.
Abriles y caballeros, pocos y buenos.
A cuenta de los gitanos hurtan muchos castellanos.
En octubre, el hogar de leña se cubre.
El que se capa por sus manos, se deja los huevos que quiere.
Ayúdale al anciano si quieres que te den mañana la mano.
Niño endentado, pronto hermanado.
Quien te cubre, te descubre.
Esparto harás y migas comerás.
Hombre refranero, medido y entero.
La comida reposada y la cena paseada.
El que de ajos se alimenta se pee sin darse cuenta.
El día de San Matías entra el sol por las umbrías.
La uva no es uva hasta que está madura.
La palabra honesta mucho vale y poco cuesta.
La oración cortita al cielo va derechita.
El que tenga trabajo, que no pregunte la hora.
El que tenga hijo varón, no llame a otro ladrón.
Nadie es buen juez en causa propia.
Quien tiene vergüenza, no come ni almuerza.
Más vale vivir que matarse trabajando.
El vino y el jamón nos salvan del perdón.
Por dinero baila el perro, no por el son que le toca el ciego.
Si fío, pierdo lo mío.
Remienda tu sayo y pasará tu año.
En tiempo de verano, no dejes tu capote en casa de tu amo.
Su daño pretende quien a su prójimo ofende.
domingo, 21 de febrero de 2010
jueves, 18 de febrero de 2010
EL TAPIZ
¿Por dónde alcanzaríamos
ser y concierto en tu armoniosa trama?
Cuando a esas forma que dictara el fallo
de una urgencia anterior -donde ademanes
narran y preceptúan
los rasgos de la vida-
un movimiento externo las agita,
aquella fatigosa maravilla
vuelve a los hilos de la incertidumbre.
A su compacta masa, desbordada,
¿le irá el sosiego nuestro? A su reposo,
¿nuestra inquietud y oficio de mortales?
Dócil bandera que se dio el azote
de tan frágil verdugo
y se cumple dañándose
con la modulación de sus arrugas,
tal vez de sus ligámenes
exenta no encontrara
el reposo o la fama,
ni tan alta vigilia
en el solar de la urdidumbre.
Los que dota y congrega
un supremo designio,
la ligereza y pauta de la vida
toman sin aflicción, mientras que ausentes
de sí mismos se colman perdurando.
Y si vuelven un día
helos ya aquí investidos
de nuestra indumentaria,
entre cuyos plegados reconquistan
ociosidad pretérita y afanes.
Pero en la servidumbre
de este tiempo, que borra
la rauda negligencia de las formas
con su duro rigor impenetrable;
ámbito mío, estéril obra incierta
como estancia que aunase
a los rebeldes hijos en el seno
de un encuentro fugaz,
nos urde el destejer a que doblega
la caudalosa trama originaria.
¿Y tendrán cañamazo
para tales despojos
bajo los cobertizos
en que los mercachifles pontifican?
Cuelgan los hombres, y lo que subsiste
deberá perecer más todavía.
Así el ave o la pieza dardeadas
en la podrida escarpia de los zocos.
Enorme fue la vida.
No tendrá ya su forma
quien primero la tuvo.
E incluso en los ovillos,
con pertinaz encono,
nuestro contorno allí delataría
su perfil primitivo:
la firme huella y trazo
que la existencia imprime siempre.
VICENTE NUÑEZ
ser y concierto en tu armoniosa trama?
Cuando a esas forma que dictara el fallo
de una urgencia anterior -donde ademanes
narran y preceptúan
los rasgos de la vida-
un movimiento externo las agita,
aquella fatigosa maravilla
vuelve a los hilos de la incertidumbre.
A su compacta masa, desbordada,
¿le irá el sosiego nuestro? A su reposo,
¿nuestra inquietud y oficio de mortales?
Dócil bandera que se dio el azote
de tan frágil verdugo
y se cumple dañándose
con la modulación de sus arrugas,
tal vez de sus ligámenes
exenta no encontrara
el reposo o la fama,
ni tan alta vigilia
en el solar de la urdidumbre.
Los que dota y congrega
un supremo designio,
la ligereza y pauta de la vida
toman sin aflicción, mientras que ausentes
de sí mismos se colman perdurando.
Y si vuelven un día
helos ya aquí investidos
de nuestra indumentaria,
entre cuyos plegados reconquistan
ociosidad pretérita y afanes.
Pero en la servidumbre
de este tiempo, que borra
la rauda negligencia de las formas
con su duro rigor impenetrable;
ámbito mío, estéril obra incierta
como estancia que aunase
a los rebeldes hijos en el seno
de un encuentro fugaz,
nos urde el destejer a que doblega
la caudalosa trama originaria.
¿Y tendrán cañamazo
para tales despojos
bajo los cobertizos
en que los mercachifles pontifican?
Cuelgan los hombres, y lo que subsiste
deberá perecer más todavía.
Así el ave o la pieza dardeadas
en la podrida escarpia de los zocos.
Enorme fue la vida.
No tendrá ya su forma
quien primero la tuvo.
E incluso en los ovillos,
con pertinaz encono,
nuestro contorno allí delataría
su perfil primitivo:
la firme huella y trazo
que la existencia imprime siempre.
VICENTE NUÑEZ
sábado, 13 de febrero de 2010
FOTOS
¿Como se podría lograr una imagen del sueño?
El sueño no es oscuridad ni luz,
ni tampoco una vena de leche
que cruza un bosque negro,
no se eleva ni baja, ni tampoco avanza,
y sin embargo no está inmóvil.
El sueño es más bien como un barco sin remos ni velas
meciéndose bajo un sauce llorón en una ribera,
o como un hombro semidesnudo bajo una cabellera negra
como la noche,
o como un cisne que se ha degollado
con el cuchillo de la superficie del agua.
El sueño no pesa más que la plomada formada
por un sólo perdigón que lucha con la lombriz
del anzuelo en la corriente,
su cargamento de sueños es tan liviano como esqueletos
de alondra sobre un escaramujo,
liviano como elefantes blancos que caminan
en las aguas del alba.
Una imagen del sueño debe ser múltiple e infinita,
sin embargo debe estar en el espacio y en el tiempo,
pero en un espacio y en un tiempo que desaparecen
uno en otro fundiéndose en una canica rodante
que estalla al despertar haciendo resucitar al mundo nuevo.
ARTUR LUNDKVIST
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